1

Revela el fuego, arde el espíritu,

deja al aleteo de la mariposa

rajarte el vientre, sangrar girasoles.

Breve el encuentro entre dos tiempos,

el que tu lates, el que yo ladro.

Rebaño rebelde en un monte espigado,

un sol punzante atravesando.

Veneno derramado

de tu boca a mis labios.

Canal abierto entre grietas,

tierra sedienta que me quema.

Pies de puntillas saltarines.

Besar ya no es besar.

Es vomitar

un pez resbaladizo

que cae al suelo y se retuerce moribundo.

Recuerdo sedas

enredadas a mis muslos,

corriente de aire

como brisa entre las piernas,

un baile lánguido que mece mis ansias.

Bailar ya no es bailar.

Son cristales

que se clavan en mis uñas

y el rojo escarlata que desprenden.

Brillar ya no es brillar.

Es niebla que pesa en mis talones,

es una voz resquebrajada

que susurra una canción antigua

de naufragios y cadáveres deshidratados.

El bien ya no es bien.

Es ver tus ojos más allá de mi mirada,

atravesandome como si yo fuera nada.

El milagro de habitarte

tendido al sol

en mi balcón,

deshilachado.

Brotar, brillar, amar,

se escurren entre mis dedos temblorosos,

como serpientes,

como anguilas hambrientas de saliva.

Y ya rasgo el infinito,

rozo el telón plastificado

y clavo mi lengua cual cuchillo

para lamer el líquido que acuna

de vida a muerte, de muerte a vida

a un mar de almas no tan perdidas,

un chirrido agonizante

que mece el cuerpo que suelta el ansia.

Balazos en el pecho,

trincheras de palabras,

caricias violentas,

silencio que ensordece.

Ya, al fin, es todo calma. Por fin hemos llegado. Respira, estás en casa.

2

Si yo pudiera verter amapolas

bajo las olas de sangre enmohecida,

viviría siempre arriba,

con el sol clavándome lagartijas.

Bailar bajo los mantos azulados

de hiedras que se enredan a mis piernas,

un saco de mentiras que anochecen

relamiendo el signo de los tiempos.

Bailaría, sin duda, resbaladiza

esquivando las balas que me atinan, 

recordaría siempre esta aventura

en que tu y yo rozamos la locura. 

No hay mal si no estás cerca,

no hay bien cuando te alejas.

Remiendo mis heridas con alambres espigados

que arañan mis entrañas y estremecen mi bilis.

Quisiera siempre eterna, la llama que te arrasa,

breve el escarabajo, que siempre te traspasa.

Cuando ni el sol ni el aire llaman a mi puerta,

estas tu de costado asomado a mi verja.

Resuenan en mi alberca, recuerdos de tu espera,

que no soporto ya el grosor de tus cejas.

Si tu hoy me quisieras, reventaría el cielo,

ganaría batallas para fundar imperios.

Si no cierro los ojos, si nunca jamás duermo,

el rizo de tu pelo me amarrará los dientes.

Bésame con sal y espuma,

con brotes de jazmín,

rescata mi desvelo con espejos crispados,

con lágrimas vertidas

por cientos de elefantes.

Cuando yo te quería,

no había más salida

que andar siempre desnuda con tus maletas puestas.

Reseca está mi mueca de tanto revelarla

y canto un canto oscuro

que hiela hasta las nueces.

Si una mujer fuera un cuchillo, otro gallo cantaría,

un gallo espeluznante con la frente amarilla.

Mírame, te lo pido, como si nunca hubieras visto

un trozo de metal clavado en una ermita.

Lame toda mi sangre

que vuelco en tu vasija

y estira hasta el desgarro cada vez que te pida.

Te pido demasiado,

te ruego hasta el hastío,

me tienes devastada,

erguida en mil ortigas.

Brusco remanso enfurecido

que silva solo en el verano.

Quien fuera luz en tus esquinas

y veneno en tu desgana.

Bailame el agua, báilame el vino, devuélveme lo que no vino.

3

Hay una mancha.

En el lago hay una mancha.

Entre el agua cristalina,

un puñal atravesado

 Erízame en piedras el desvelo,

tropieza en mi camino.

Llévate mis espinas en tu lengua

y pintada con mi sangre,

tu sonrisa.

Lléname de minas que no estallan

hasta que tus dedos

las activan.

Explosiones de jazmines

en mis grietas.

Ridículamente tuya,

unas horas. 

Araña mis cicatrices y que brote el musgo. 

Recorre suavemente mi paisaje. 

Surcos de saliva abriendo el paso. 

Deja un mapa de ríos en mi piel

y luego abre el océano. 

Ya toda agua,

me derramaré entre las sábanas

y quedarás exhausto. 

Tu cuerpo será un cadáver

abrazado a mi ausencia líquida.

Tumbado boca abajo,

te pesará en la espalda todo el aire de este mundo

 Yo estaré en otro,

dónde se flota,

dónde se mezclan los deseos desbocados

de aquellos que logramos entregarnos.